En
su mensaje con motivo de la de la celebración de la Jornada Mundial de la Paz,
el día primero de año, el Papa Francisco ha puesto el dedo en la llaga de uno
de los problemas más sangrantes de la humanidad: “las formas modernas de
esclavitud”.
Entresacamos
a continuación los párrafos que nos parecen más relevantes de la homilía
pronunciada:
“… el flagelo cada vez más generalizado
de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de
comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el
respeto, la justicia y la caridad. Este fenómeno abominable, que pisotea los
derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad, adquiere
múltiples formas sobre las que deseo hacer una breve reflexión […]
Desde tiempos inmemoriales, las
diferentes sociedades humanas conocen el fenómeno del sometimiento del hombre
por parte del hombre. Ha habido períodos en la historia humana en que la
institución de la esclavitud estaba generalmente aceptada y regulada por el
derecho […] el mismo derecho admitía que algunas personas podían o debían ser
consideradas propiedad de otra persona, la cual podía disponer libremente de
ellas; el esclavo podía ser vendido y comprado, cedido y adquirido como una
mercancía […]
Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la
conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad, está
oficialmente abolida en el mundo. El derecho de toda persona a no ser sometida
a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como
norma inderogable.
Sin embargo […] todavía hay millones de personas
–niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y
obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.
Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de
manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al
de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los
países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y
estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya
legislación protege a los trabajadores.
Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su
dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados
de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una
vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e
inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas. Pienso en los que
se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos
y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley,
aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles, sobre todo cuando las
legislaciones nacionales crean o permiten una dependencia estructural del
trabajador emigrado con respecto al empleador, como por ejemplo cuando se
condiciona la legalidad de la estancia al contrato de trabajo... Sí, pienso en
el «trabajo esclavo»[…]
Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra
una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un
objeto […]
Junto a esta causa ontológica –rechazo de
la humanidad del otro– hay otras que ayudan a explicar las formas
contemporáneas de la esclavitud. Me refiero en primer lugar a la pobreza, al subdesarrollo y a la
exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada
por las escasas, por no decir
inexistentes, oportunidades de trabajo […]
Entre las causas de la esclavitud hay que
incluir también la corrupción
de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. «Esto
sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el
hombre, la persona humana […]».
Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo
[…]
Los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en
materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y
comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del
trabajo, respete la dignidad de la persona. Se necesitan leyes justas,
centradas en la persona humana, que defiendan sus derechos fundamentales y los
restablezcan cuando son pisoteados, rehabilitando a la víctima y garantizando
su integridad, así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la
aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la
impunidad. Es preciso que se reconozca también el papel de la mujer en la
sociedad, trabajando también en el plano cultural y de la comunicación para obtener
los resultados deseados […]
Las organizaciones intergubernamentales […] están llamadas a […] luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes.[…]
Las organizaciones intergubernamentales […] están llamadas a […] luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes.[…]
Las empresas, en efecto, tienen el deber de garantizar a sus
empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han
de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de
servidumbre o trata de personas. A la responsabilidad social de la empresa hay
que unir la responsabilidad social del
consumidor. Pues cada persona debe ser consciente de que «comprar es
siempre un acto moral, además de económico».
Las organizaciones de la sociedad civil, por su parte, tienen la
tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas
necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud […]
Preguntémonos, tanto comunitaria como
personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en
la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que
elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la
explotación de otras personas
[…] hago un llamamiento urgente a todos
los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca,
incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo
de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal […]
La globalización de la indiferencia, que
ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos
artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad […]
EL PAPA FRANCISCO (Ver mensaje completo)
Hacemos nuestras estas palabras de Bergoglio y
nos sumamos a su llamamiento desde nuestra participación en una opción política
claramente enfrentada a la situación denunciada y a quienes tratan de
perpetuarla. Una opción política –IU- que aboga por un orden mundial
verdaderamente justo y solidario.
Este mensaje del Papa nos trae a la memoria el
artículo que publicamos sobre el tema en el Zumaque de abril de 2011 titulado: “¿Vuelta a la esclavitud?”. (Leer aquí)
1 comentarios:
Parece que este Papa quiere mojarse un poco en los problemas sociales y que traerá algunos cambios en la Iglesia. Falta saber si estos cambios tendrán la profundidad necesaria o solo se quedarán en una simple declaración de buenas intenciones.
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